Hageo 1:2 «Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Este pueblo dice: “Todavía no es tiempo de que la casa del Señor sea reedificada.”» 3 Entonces la palabra del Señor vino por medio del profeta Hageo, y dijo: 4 «¿Acaso sí es tiempo de que ustedes habiten en sus casas artesonadas, y de que esta casa esté desierta? 5 Pues así ha dicho el Señor de los ejércitos: “Piensen bien lo que hacen. 6 Ustedes siembran mucho, y recogen poco; comen, y no se sacian; beben, y no quedan satisfechos; se visten, y no entran en calor; y los que trabajan por un jornal lo reciben en saco roto.” 7 »Así ha dicho el Señor de los ejércitos: “Piensen en lo que hacen. 8 Vayan al monte, y traigan madera, y reconstruyan mi casa. Yo pondré en ella mi beneplácito, y seré glorificado.” Yo, el Señor, lo he dicho. 9 »Ustedes buscan mucho, y encuentran poco. Lo que ustedes guardan en su casa, yo de un soplo lo disipo. ¿Y por qué? Porque mi casa está desierta, mientras cada uno de ustedes corre a su propia casa. —Palabra del Señor de los ejércitos. 10 »Por culpa de ustedes los cielos han retenido la lluvia, y la tierra se niega a dar sus frutos. 11 Yo hice venir la sequía sobre esta tierra, sobre los montes y el trigo, sobre el vino y el aceite, sobre hombres y animales, sobre todo los productos de la tierra y sobre todo trabajo manual.» 12 Tanto Zorobabel hijo de Salatiel como Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, lo mismo que el resto del pueblo, oyeron la voz del Señor su Dios y las palabras del profeta Hageo, tal y como el Señor su Dios le había ordenado decir, y todo el pueblo tuvo temor delante del Señor. 13 Entonces Hageo habló con el pueblo por mandato del Señor, y como enviado suyo dijo: «Yo estoy con ustedes.» —Palabra del Señor. 14 El Señor despertó el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, que era gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, que era sumo sacerdote, lo mismo que el espíritu del resto del pueblo, y todos ellos acudieron a trabajar en la casa de su Dios, el Señor de los ejércitos. 15 Era el día veinticuatro del mes sexto, del año segundo del rey Darío.

El Templo de Dios es el Lugar de Su Gloria v7
Los israelitas habían vivido en exilio forzado por casi 70 años. Jerusalén había sido destruido. El templo que Salomón había construido, un lugar lujoso y glorioso estaba en ruinas.
El templo era la sede de actividades de Dios en la tierra. Era el lugar donde Dios se reunía con su pueblo. Era el lugar donde Dios perdonaba pecados, donde volvía a los judíos enfermos u errados a sus familias. Era un lugar de oro y piedras preciosas y obra fina de carpintería. Reflejaba la riqueza de Dios en su pueblo y servía como sombra de algo real en el cielo — algo que en el futuro se conocería como la iglesia — una casa para Dios hecha de piedras vivas — tu y yo!

El rey de los Persos, Dario, permitió que un gran número de judíos volvieran a reconstruir Jerusalen. Dios había movido el corazón del rey, porque la gloria de Dios estaba por en medio.
Llegaron los judíos a Jerusalen, y hallaron un desastre. Fue tan difícil la tarea delante de ellos que se desanimaron al empezar. Dios los había enviado a reconstruir, pero después de 18 años, no habían puesto mayor atención a la misión de Dios.

Dios lo tomó personalmente. Y tenía razón.  Es que Dios tiene sus propósitos en la tierra y el pueblo de Dios comparte esos propósitos. Cuando se detiene el pueblo de Dios, por cualquier motivo, la gloria de Dios es restado, robado, detenido. Dios puede hacer como quiera, pero determinó que por medio de su pueblo se construyera el templo de nuevo para su GLORIA.  Templo en ruinas = la gloria de Dios en ruinas.  Templo arriba = la gloria de Dios exaltado entre las naciones. Les mandó a construir y dijo “seré glorificado”.

Aplicación: Sabemos que Dios es muy grande para habitar en una casa de madera y oro. Pero  nosotros somos los que se asombran al ver la obra de nuestras manos florecer. Los seres humanos están impresionados al ver un pueblo levantarse a construir algo para la gloria de Dios.

El templo que ahora tenemos bajo construcción, no es un templo físico, mas bien una comunidad de los que han sido perdonados y redimidos por Dios. Juntos vamos edificando una casa para Dios donde habita su gloria. Vamos edificando una casa donde Jesucristo se mueve entre nosotros y los que vienen a ver dicen, “De verdad Dios está realmente entre ustedes.”

Para construir el templo vivo de Dios — la iglesia — la comunidad de los fieles hechos perfectos — nos comprometemos con Dios. El dijo a los judíos, “Vayan al monte, y traigan madera, y reconstruyan mi casa.” Tuvieron que ir a traer material para construir. No era mucha gente, entonces todos tenían que hacer su parte. Cada uno de nosotros tiene su papel que jugar en la construcción del templo vivo. Es necesario que se active cada persona apasionadamente.

Esta semana te quiero retar. Toma tiempo cada día a pedir a Dios que te muestre en que puedes servir a él en la construcción de esta comunidad de fe. Algunos pueden prepararse para ser líder de grupo, otros anfitriones, otros predicadores, otros ancianos, otros maestros de escuela dominical, otros cantantes, otros músicos, otros haciendo visitas, otros enseñando a los demás como servir, orar, alabar, diezmar, y ser hospitalarios. 

Buscar lo Nuestro Primero es Perder lo Recogido vv4-6, 9
Pues este pasaje es tan claro que no requiere mucha explicación. Puedo decir que lo grande de la tarea había desanimado al pueblo. Empezaron, pero como no vieron mucho avance, e hubo gran oposición a la tarea, se pospusieron la construcción del templo.  Mejor, se enfocaban en sus propias casas. Mejor adornaban y arreglaban sus cosas. Se pusieron a intentar a acumular y acomodarse y buscar lo suyo primero.

Dios los reclamó.  ¿Ustedes creen que está bien dejar a un lado un servicio robusto en mi misión para enfocarse en sus cosas? Mientras mi casa está en ruinas, ustedes van tras de sus propios deseos. Pero les pinta un paisaje que no veían. Todo lo que recogían, que para ellos era importante, lo estaban perdiendo. Recogiendo todo y poniéndolo en sacos rotos.

No se daban cuenta que lo que Dios les había dicho por Moisés era una gran advertencia — la desobediencia traerá maldición.  Trabajarán pero no comerán del fruto. Criarán ganado y otros lo comerán. Deut 28:4 dice, 17 »Maldita será tu canasta… — es decir tendrán sacos rotos.
Todo lo que entra, va a salir, se va a echar a perder. 

Aplicación: Aunque no vivimos con las maldiciones de la ley, podemos aprender una gran lección del pueblo de Dios y el celo de Señor que le pongamos numero uno. Jesús nos enseñó a buscar primero el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura.  Si eres uno que le da a Dios lo que sobra de tu tiempo, talento y tesoro, no te vas a engañar con darle un poco a Dios y creer que Él es glorificado en ello.

Algunos de ustedes mismos han hecho agujeros en sus sacos porque han dejado de celosamente perseguir la construcción de la comunidad de Jesucristo para edificar un reino propio.  Tal vez se desanimaron, tal vez se decepcionaron, tal vez el enemigo les mintió diciendo que no tiene impacto la obra de tus manos, pero Dios toma personalmente que nosotros pongamos a un lado la misión suya.

Puedes tener una gran casona y la bendición de Dios puede estar cayendo del saco roto que andas. Lo que haces para Dios, de corazón, tiene grandes concecuencias. No menosprecies eso. Los que no sirven los propósitos de Dios primero vivirán en la perpétua frutstración. Nada los satisface. Si gastas tu tiempo e energía buscando comodidad y seguridad en este mundo, y no te gastas en servicio para la gloria de Dios, cada placer dejará un mal sabor en tu boca de despresión y culpabilidad.  

Dios Nos Orienta a Trabajar con Amor, Gozo y Promesas Grandes vv13-15; 2:6-9
Leen esas promesas y ánimos en voz alta.  No es con temor que Dios motiva, mas bien con su amor que jamas nos rechaza. Con su gozo que siempre estará con nosotros, y con sus promesas grandes—que la gloria de esta casa será mayor que al principio, y “haré que en este lugar haya paz…”

No vamos a desanimarnos con ver la tarea. No vamos a desmayar frente a la oposición. Animémonos con el amor y gozo y promesa de Dios.